



El extraño alivio de pensar en alguien sin hacerlo público
Hay personas que nos habitan en secreto. No forman parte de nuestras redes sociales, no aparecen en nuestras fotos, no saben que pensamos en ellas cuando estamos solos. Pero están ahí, latiendo bajito. No porque queramos esconderlas, sino porque a veces lo más profundo se guarda donde nadie más lo ve.
Pensar en alguien sin necesidad de escribirle es un pequeño acto de ternura silenciosa. No busca respuesta. No espera nada. Solo se siente. Como cuando estás en medio del caos del día y, sin razón aparente, una sonrisa se te escapa al recordarle cómo se le arrugan los ojos al reír. O cuando escuchas esa canción y ya no es tuya, sino suya, porque sin querer se la diste la primera vez que la escucharon juntos.
Vivimos en un tiempo donde todo parece necesitar una prueba. ¿Realmente ocurrió si no se publicó? ¿Importa si no se dijo en voz alta? Pero hay amores, afectos o simples conexiones que se cultivan en la intimidad de la mente, donde no hacen ruido, pero crecen como enredaderas suaves. Y no, no siempre se trata de amor romántico. A veces es admiración, nostalgia, deseo contenido o incluso gratitud pura por alguien que no lo sabe.
Pensar en alguien también es una forma de cuidar. Es como prender una vela en un cuarto vacío. Sabes que nadie la va a ver, pero igual la enciendes. Porque ese acto —mínimo, secreto, bello— también te ilumina por dentro.
No todo lo que sentimos necesita un “me gusta”, un emoji o una frase bien construida. Algunas emociones son más honestas cuando nadie las ve. Se sienten con el cuerpo, no con el teclado. Y ahí está su magia. Porque lo que no se dice, a veces, se guarda mejor.
Quizás por eso los recuerdos más intensos suelen ser los que menos compartimos. Aquella conversación bajo la lluvia. Esa mirada larga al despedirse. Un silencio que dijo más que mil palabras. Están guardados como tesoros diminutos, donde solo tú puedes volver cuando lo necesitas.
Así que no te preocupes si piensas en alguien que ya no está cerca, o que tal vez nunca supo lo que despertó en ti. No todo tiene que transformarse en declaración. A veces, simplemente, pensar en alguien es una forma de amor. Y eso —aunque nadie lo vea— ya es bastante.

