



La evolución del color rosado a través de la historia
Aunque hoy en día asociamos el color rosado con lo femenino, lo tierno o lo romántico, esta percepción es relativamente reciente. A lo largo de la historia, el rosado ha tenido significados muy distintos dependiendo del contexto cultural, la época y la clase social. Este color, muchas veces subestimado, guarda un trasfondo histórico rico y sorprendente que vale la pena redescubrir.
En el siglo XVIII, por ejemplo, el rosado era un color de moda entre la aristocracia europea, sin distinción de género. Vestidos, chaquetas, tapices y objetos decorativos en tonos rosados eran sinónimo de lujo y refinamiento. Hombres de la alta sociedad usaban trajes color rosa sin que esto implicara ninguna connotación de feminidad. De hecho, el rosado era visto como un tono alegre, juvenil y elegante, derivado del rojo, el color de la pasión y el poder.
Fue recién en el siglo XX, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se consolidó la idea de que el rosado era un color "para niñas" y el azul "para niños". Esta diferenciación fue impulsada por campañas de marketing que buscaban segmentar el mercado infantil. Lo que hoy se considera una norma cultural “natural” fue, en realidad, una construcción social reciente. En décadas anteriores, era común vestir a bebés varones de rosa por ser un color vivo y asociado a la energía del rojo.
Con la llegada de los movimientos feministas, LGBTQ+ y otras luchas sociales en las últimas décadas, el rosado comenzó a resignificarse. Ya no era simplemente el color de lo infantil o lo delicado, sino un símbolo de empoderamiento, orgullo e identidad. Las protestas con gorros rosados, las campañas de concientización con lazos rosados y la estética de artistas y diseñadores que lo adoptaron con orgullo le devolvieron al color una nueva carga cultural: la fuerza de lo sensible.
Además, en otras culturas no occidentales, el rosado tiene asociaciones muy diferentes. En Japón, por ejemplo, está vinculado con los cerezos en flor y simboliza la belleza efímera de la vida. En algunas culturas del Medio Oriente, el rosado es visto como un tono espiritual o de conexión emocional. Esto demuestra que los colores no tienen significados universales: son construcciones culturales que cambian con el tiempo y el lugar.
En resumen, la historia del color rosado es un ejemplo claro de cómo un color puede cargar múltiples sentidos y transformarse radicalmente según la época y la cultura. Lo que hoy se asocia con la dulzura, ayer fue símbolo de poder, y mañana puede significar algo completamente distinto. El rosado no es solo un color: es un reflejo de cómo la sociedad cambia, se cuestiona y se reinventa.


